Hace miles de años atrás, el imponente coloso que se observa como una gran montaña en el horizonte, despertó de su sueño profundo, mostrando su dominio con retumbos en el terreno, que asustaron a todo ser vivo presente en el sitio. Tal fue su furia, que poco a poco, fue eructando lava, rocas, cenizas y otros materiales que guardaba en sus entrañas, sin preocuparse hacia donde dirigía sus excesos y el daño que estaba ocasionando a su alrededor. En ese primer momento de mi historia, mis padres me concibieron como un grupo de minerales primarios, incrustados en la matriz de la roca; esa masa amorfa y los pequeños fragmentos que el volcán fue expulsando conforme despertaba, contenían muchos cristales de bellos colores, que se mostraban muy brillantes al observarlos bajo los rayos del sol y, se les llamaban con palabras curiosas, para describir su maravillosa composición química. La presencia de todos estos materiales había oscurecido el paisaje hasta destruir todas sus formas y contrastes, los árboles estaban quemados, las aguas eran lodosas y grises, el cielo era oscuro y caí una lluvia constante de partículas finas, que hostigaban a todas las especies terrestres y acuáticas, solo se observaban algunas aves que se acercaban sigilosamente a buscar alimentos, pero tenían un miedo tan grande a su castigo, que hacían su trabajo velozmente y sin interrupciones, para escapar cuanto antes de sus embates.  

Un sonido a lo lejos, contó que para que el volcán pueda crear primero tiene que destruir, por lo que el tiempo fue nuestro amigo, hasta que adormeció su ira y volvió a regocijarse en su cama profunda con el calor de la madre tierra.

Pasaron muchos años, hasta que nuevamente se enverdecieron las montañas, sus bosques y llanuras, volvieron a crecer las flores y, con ello llegaron los animales y otras especies, que disfrutaban de los ríos, el sol, sus escenarios y la abundancia de comida. Mientras esto ocurría, las inclemencias del tiempo fueron trabajando el terreno, transformando el relieve y una parte de las rocas y las cenizas volcánicas en rocas sedimentarias, que se formaron lentamente por la acumulación de materiales minerales que se desplazaron con el viento, el agua o el hielo, hasta consolidarse en nuevas rocas con curvas bien definidas. En otra parte sucedía, que las altas temperaturas y presiones, transformaban estas rocas en otros especímenes denominadas metamórficas, aprovechando otros volcanes activos o bajo el inmenso mar de agua salada donde constantemente pelean las placas tectónicas sin provocación alguna. Conforme mis padres entraban en contacto con la lluvia, el viento, la radiación solar, la temperatura, los organismos vivos y otros factores ambientales; se fueron creando sus descendientes en forma de suelos y, lograron enriquecer el paisaje con nueva vida y majestuosos diseños.

No tengo muchos recuerdos de esa etapa, porque el paso del tiempo lo percibí con muchos cambios, mi origen es poli genético y viene de la desintegración mecánica de la roca madre y el material parental, en fracciones tan pequeñas, que llegan a alcanzar tamaños menores a 0,002 mm; también soy el resultado de una descomposición química exotérmica que produjo nuevos compuestos, mientras las plantas exudaban ácidos orgánicos, se produjeron los nutrientes para los organismos colonizadores del suelo, donde cada colonia de hongos, bacterias, algas, actinomicetos y otros microorganismos vivos, participaron activamente de este proceso, hasta darme forma y estructura. Después de muchos años de espera finalmente nacía, como un mineral secundario, al que llamarían Arcilla.

Mi siguiente camino tuvo muchos senderos, en algunos, una parte de mí fue cristalizado en láminas de tetraedros unidas a láminas de octaedros con distintas cadenas y secuencias. El átomo central de los tetraedros es el silicio, que recordarás haber visto en cerámicas, vidrios, siliconas o materiales para la construcción. Mientras que los octaedros tienen un ion central de aluminio, también muy usado para otros fines. Me pusieron muchos nombres según el patrón estructural que tenía, en algunos tenía la capacidad de expandirme y en otros no lo tenía, o bien, tenía formas extrañas, como también podía verme sin patrones regulares. En algunas ocasiones el agua oxidaba el hierro y el aluminio de las rocas que me dieron origen, dando colores rojizos de tonos diferentes a los suelos y generando trazos en los caminos para acompañar las miradas de quienes me visitan.

Aunque mi historia nace en el trópico, muchos de mis hermanos están esparcidos por todo el mundo, aquí donde yo vivo, somos una comunidad de arcillas donde a veces tenemos un cacique, que predomina sobre los demás y le llamamos arcilla dominante. Al igual que todos los seres nos transformamos y envejecemos con el tiempo, pudiendo cambiar nuestra estructura, nuestro comportamiento y nuestra relación con otros agentes del ambiente.

Mi importancia no es conocida por muchos, pero puedo decirte que, si no existiera, la vida en la tierra no sería la misma. Trabajo duro todos los días, porque me corresponde facilitar o limitar el movimiento del agua en el suelo, retengo agua y nutrientes para los cultivos, los bosques y todas las plantas, en algunas ocasiones me solicitan que sea plástico para moldearme más fácilmente y tengo la potestad de intervenir en todas las propiedades del suelo, tales como, la textura, la estructura, la porosidad, la permeabilidad y su fertilidad. Incluso me utilizan como material, donde puedo verme de muchas formas, ocasionalmente muestro mis mejores galas en esculturas deslumbrantes, o también, me moldean en utensilios para servir a otras modas temporales. Mi especie se crea y transforma constantemente, pues mi vida en el planeta no tiene fin, solo existo para crear vida y permitir algunos procesos en la tierra que regulan el clima y transforman la naturaleza.

Escrito por Fanny Brenes Bonilla.

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